Sobre el amor. continuación

El segundo ingrediente, tan importante como el primero, es comprenderte a ti mismo, iluminar implacablemente, con la luz del conocimiento consciente, tus motivos, tus emociones, tus necesidades, tu falta de honradez, tu egoísmo, tu tendencia a controlar y a manipular. Lo cual significa llamar a las cosas por su nombre, por muy doloroso que resulte. Si logras tener esta clase de consciencia del otro y de ti mismo, sabrás lo que es el amor, porque poseerás una  mente y un corazón alerta, vigilantes, claros y sensibles; una claridad de percepción y una sensibilidad   que te harán reaccionar correcta y adecuadamente en cada situación y en cada momento. Unas veces te veras irresistiblemente llamado a la acción; otras, te refrenarás y te contendrás. Unas veces te veras obligado a ignorar a los demás, otras, les prestarás la  atención que solicitan. Unas veces te mostrarás amable y complaciente; otras duro, intransigente, energico y hasta violento. Y es que el amor, que brota de la sensibilidad, adopta las mas inesperadas formas y responde, no a pautas y principios preconcebidos, sino a la realidad concreta del momento. Cuando experimentes  por primera vez esta clase de sensibilidad, probablemente sientas verdadero terror, porque todas tus defensas se vendrán abajo, tu falta de honradez quedará al descubierto y los muros de protección que te rodean serán destruidos.

Piensa en el terror que invade al romántico enamorado cuando se decide de veras a admitir que lo que él ama no es su amada, sino la imagen que tiene de ella. Por eso es por lo que el más doloroso acto que un ser humano puede hacer es el acto de mirar. Es en este acto de mirar donde nace el amor: mejor dicho, ese acto de mirar es el amor.

«Una llamada al amor».  Anthony de Mello.

Compártelo:

Deja un comentario